Thursday, February 6, 2014

Los Goya


       
Premio Goya
 Que vienen los Goya. Otra edición de los premios de cine español, otra oportunidad para hacerse ver, vestirse de modisto fino y soltar alguna que otra soflama política, lo que en el fondo me parece muy bien, que para eso son los artistas. Lo que sucede es que, la mayoría de las veces, agarran la alcachofa y estropean la oportunidad de reivindicar de manera creativa con una exposición entretenida. Yo puedo estar de acuerdo en el fondo –hay muchas causas justas y en las que la mayoría estamos de acuerdo- pero la manera de expresarlo suele ser bastante burda, aburrida y con un tonillo demagógico que no deja en buen lugar al gremio. Por lo menos a mí me lo parece. 

Veremos a nuestras actrices lucir maravillosas, que las tenemos muy guapas. Hacía yo el otro día una enumeración mental de la lista de bellezas patrias y me salían unas cuantas; desde la inefable Sara Montiel de antaño y Carmen Sevilla, hasta las actuales Aitana Sánchez-Gijón, Ariadna Gil, Goya Toledo, Maribel Verdú, Leonor Watling, Paula Echevarría, Blanca Suárez, Elena Anaya, Paz Vega, Macarena García, Inma Cuesta…(no menciono a la omnipresente Penélope Cruz porque en mi opinión, las citadas me parecen más guapas)

Aitana Sánchez-Gijón

Ariadna Gil

Goya Toledo

Maribel Verdú

Leonor Watling

Paula Echevarría

Blanca Suárez

Elena Anaya

Paz Vega

Inma Cuesta

Macarena García


El caso es que una de las cosas que más me llama la atención de esta ceremonia- reinvindicativa -es la procedencia de los modelitos de nuestras actrices de primera línea.  Creo recordar que quitando el Dolores Promesas  de pedrería verde que vestía Paula Echevarría, y algunas, varias de hecho, de Lorenzo Caprile (Aitana Sánchez-Gijón, Inma Cuesta, Angela Molina) quien no necesita publicidad precisamente, la mayoría de las actrices llevaban moda extranjera: Goya Toledo de Elie Saab, Maribel Verdú de Raf Simmons, Blanca Suárez de Emilio Pucci, Belén Rueda de Carolina Herrera, Macarena García de Dior, María Valverde de Nina Ricci, Clara Lago y Amaia Salamanca de Zuhair Murad, Aida Folch de Armani, Dafne Fernández de Stella McCartney…en fin, no sé, se me hace un tanto hipócrita tanta reclamación,  peticiones de respeto, demandas de ayudas para el cine español y no tener el menor compromiso con la moda española, tan necesitada, en tal evento. Bueno, debo reconocer que el calcetín de cuello vuelto  blanco en que se embutió Candela Peña, y con el que soltó un buen sermón de la montaña, era de David Delfín. Al césar lo que es del césar.

Candela Peña de David Delfín


¿Y esta edición que se dilucida el domingo 9 de febrero? Hagan sus apuestas señores

Wednesday, January 29, 2014

Gotas caen, katiuskas pon


Con tanta lluvia y temporal, las famosas katiuskas, o catiuscas, han salido a la palestra como calzado práctico y apañado de precio (bueno, esto último con algún matiz importante). La famosa Katiuska -apodo cariñoso de Katia- era un personaje ruso de la zarzuela del mismo nombre, con música de Sorozábal,  que vestía a la manera tradicional rusa, con botas altas, y de ahí el nombre zarzuelero del susodicho calzado. En realidad las de Katiuska no eran de goma, y tampoco estoy segura que la anécdota sea del todo cierta - las mujeres han calzado botas altas o de media caña mucho antes de que Katiuska les pusiera nombre- pero eso ahora es irrelevante.  



En Gran Bretaña les llaman “wellies”, de Wellington boots (botas Wellington), primer duque del mismo nombre que encargó unas botas altas a su zapatero alrededor de 1815. El diseño se hizo tan famoso entre los hombres, que con la invención del vulcanizado del caucho natural de Charles Goodyear, otro gran emprendedor, Hiram Hutchinson, se dedicó a fabricar calzado en Francia. En un país eminentemente agrícola que calzaba zuecos de madera, el hecho de volver con los pies secos – más o menos- y limpios a casa debió constituir un gran logro.



Digo lo de más o menos secos porque esto del caucho es muy útil para que el agua de fuera no penetre, pero la bota de goma de toda la vida sigue dejando los pies como requesón si se llevan durante mucho tiempo.  Por lo menos a mí, y he probado varios modelos:

Las botas Snipe o Eya de hace un montón de siglos, tantos que no existe rastro en internet, pero se parecían mucho a estas de Aigle





Aquellas de principios de los 80 que imitaban los botos con tacón cubano. Otra antigualla que a falta de documento gráfico sustituyo por otras de unas temporadas pasadas de Pirelli Pzero. Irresistibles.




Las omnipresentes Hunter, a las que he cogido bastante manía porque pesan y no dan demasiado buen resultado, aunque tiene mucho tirón ahora mismo



Las de amazona de Decathlon, de magnífico diseño, eso sí, hay que sacarlas con ayuda porque hacen el vacío



Y las Le Chameau, en realidad, equivalente a cualquier bota de armería de toda la vida donde se pueden encontrar también las Aigle del mencionado Hutchinson




De esta temporada me gustan mucho las Gioseppo que imitan al botín Chelsea para hombre y mujer, y así, de esta manera damos cancha al calzado ilicitano para la lluvia, que seguro que no se vende por aquellos soleados lares




Ahora mismo, y de nuevo con un aire nostálgico, he vuelto a las que recuerdan a mi niñez, unas Batela amarillas de pescador. Son ligeras, de hecho creo que son de resina y no de caucho, no pesan, no crean condensación y no son nada caras. Las hacen por estas tierras vascas y eso siempre encaja en este blog

Aunque una nunca se puede resistir a modelos divertidos como estos de Martin, que imitan a las (incómodas pero míticas) Dr Martens


¡Feliz chapoteo!

Thursday, January 2, 2014

Pieles, pellejos y pelos


Existe una razón muy poderosa por la que me gusta vivir en el norte España. Hace frío suficiente para vestir pieles de animales, y PETA –Personas por el trato ético de los animales-no considera que esta región merezca su atención, así que llegadas las bajas temperaturas, los animales de todo pelaje salen a la calle. Se ven pieles preciosas.



Me encanta constatar que gente corriente, haciendo cosas corrientes, son los modelos más inspiradores; esta semana me he cruzado con un paseante habitual con su enorme abrigo de zorro plateado. Es un hombre alto, perfectamente acicalado, que redondea su porte con un abrigo largo de buena solapa de pico y sombrero fedora. Dudo que un zorro pueda verse mejor después de muerto que en los hombros del mencionado figurín. Muy ruso. Ayer mismo viendo la película de Nikita Mikhalkov, El barbero de Siberia, Richard Harris recibía -en Rusia, claro- a Julia Ormond, vistiendo el mismo abrigo que mi paseante preferido.



Marta cibelina, visón, armiño, lince, chinchilla, marmota, nutria, petigrís (ardilla de), zorro, weassel (comadreja), gato lippi, el proletario conejo, todas son buenas opciones para abrigarse, en sus versiones naturales o tratadas, trenzadas, rasuradas o teñidas. A mí me pierden las pieles que no abrigan – y que por ello son menos ecológicas que las anteriores- leopardo (tengo fichadas a un par de damas paseantes con aspecto honorable que lucen sendos abrigos del susodicho animal, que NO son sintéticos ¡no hace falta ni tocarlos para darse cuenta!), cebra, cocodrilo, avestruz, serpiente…Siempre entendí muy bien a Cruella, con lo extraordinario que sería un envolvente abrigo de piel de dálmata.



Hace unos años buceando en el armario de mi abuela, desempolvé algunos de sus abrigos. Visón, chinchilla, petigrís y el sempiterno astracán. Recuerdo que con lo presumida que era, se cansó del corte del abrigo de astracán y se “costumizó” una capa con cuello ribeteado de visón negro. Preciosa, aunque seguía pesando una tonelada a pesar de haber prescindido de las mangas; tan pesada, que decidió no usar ni ese abrigo ni cualquiera de los otros, y se pasó directamente a una versión más ecológica tronchante. Era un abrigo de mohair con lana de color azul metálico , muy favorecedor, que le abrigaba mucho y que no pesaba nada, vamos, cual Triki el monstruo de las galletas. Tan a gusto estaba con su abrigo de Triki, que mi otra abuela le copió en otro color, morado. Cuando venían a casa de visita era como recibir a Triki y Coco.



La opción más políticamente correcta, sin embargo, es el abrigo de pelo de diferentes especies ovinas: astracán, cabra tibetana, swakara -oveja del suroeste de Africa, Namibia principalmente- o todas las versiones sintéticas. Mi abrigo de cebra de Zara, queda divino en banquetes, bodas y comuniones, mi chaqueta corta de orangután teñido que hace muchos años me regaló mi madre, ha sido el campanazo de muchas fiestas nocturnas, y un abrigo lila tricolor de Custo Barcelona es mi joya de diario. El abrigo en cuestión tiene tanto material sintético que saco chispas al roce, pero me encuentro divina con mi envoltura de yeti.
Mi abrigo. Yo luzco un tanto más prosaica...


Las opciones son infinitas, desde chaquetas, chalecos, estolas, apliques o gorros, y hasta pantalones, existe la manera de lucir dignamente cuando te lloran los ojos, se te cae la moquita y se enrojece las nariz. Y me encanta que en mi tierra todavía se vean muchas pieles, total, como diría Mario Vaquerizo, “Olvi, mujer, qué más te da, si ya está muerto”.