Wednesday, January 29, 2014

Gotas caen, katiuskas pon


Con tanta lluvia y temporal, las famosas katiuskas, o catiuscas, han salido a la palestra como calzado práctico y apañado de precio (bueno, esto último con algún matiz importante). La famosa Katiuska -apodo cariñoso de Katia- era un personaje ruso de la zarzuela del mismo nombre, con música de Sorozábal,  que vestía a la manera tradicional rusa, con botas altas, y de ahí el nombre zarzuelero del susodicho calzado. En realidad las de Katiuska no eran de goma, y tampoco estoy segura que la anécdota sea del todo cierta - las mujeres han calzado botas altas o de media caña mucho antes de que Katiuska les pusiera nombre- pero eso ahora es irrelevante.  



En Gran Bretaña les llaman “wellies”, de Wellington boots (botas Wellington), primer duque del mismo nombre que encargó unas botas altas a su zapatero alrededor de 1815. El diseño se hizo tan famoso entre los hombres, que con la invención del vulcanizado del caucho natural de Charles Goodyear, otro gran emprendedor, Hiram Hutchinson, se dedicó a fabricar calzado en Francia. En un país eminentemente agrícola que calzaba zuecos de madera, el hecho de volver con los pies secos – más o menos- y limpios a casa debió constituir un gran logro.



Digo lo de más o menos secos porque esto del caucho es muy útil para que el agua de fuera no penetre, pero la bota de goma de toda la vida sigue dejando los pies como requesón si se llevan durante mucho tiempo.  Por lo menos a mí, y he probado varios modelos:

Las botas Snipe o Eya de hace un montón de siglos, tantos que no existe rastro en internet, pero se parecían mucho a estas de Aigle





Aquellas de principios de los 80 que imitaban los botos con tacón cubano. Otra antigualla que a falta de documento gráfico sustituyo por otras de unas temporadas pasadas de Pirelli Pzero. Irresistibles.




Las omnipresentes Hunter, a las que he cogido bastante manía porque pesan y no dan demasiado buen resultado, aunque tiene mucho tirón ahora mismo



Las de amazona de Decathlon, de magnífico diseño, eso sí, hay que sacarlas con ayuda porque hacen el vacío



Y las Le Chameau, en realidad, equivalente a cualquier bota de armería de toda la vida donde se pueden encontrar también las Aigle del mencionado Hutchinson




De esta temporada me gustan mucho las Gioseppo que imitan al botín Chelsea para hombre y mujer, y así, de esta manera damos cancha al calzado ilicitano para la lluvia, que seguro que no se vende por aquellos soleados lares




Ahora mismo, y de nuevo con un aire nostálgico, he vuelto a las que recuerdan a mi niñez, unas Batela amarillas de pescador. Son ligeras, de hecho creo que son de resina y no de caucho, no pesan, no crean condensación y no son nada caras. Las hacen por estas tierras vascas y eso siempre encaja en este blog

Aunque una nunca se puede resistir a modelos divertidos como estos de Martin, que imitan a las (incómodas pero míticas) Dr Martens


¡Feliz chapoteo!

Thursday, January 2, 2014

Pieles, pellejos y pelos


Existe una razón muy poderosa por la que me gusta vivir en el norte España. Hace frío suficiente para vestir pieles de animales, y PETA –Personas por el trato ético de los animales-no considera que esta región merezca su atención, así que llegadas las bajas temperaturas, los animales de todo pelaje salen a la calle. Se ven pieles preciosas.



Me encanta constatar que gente corriente, haciendo cosas corrientes, son los modelos más inspiradores; esta semana me he cruzado con un paseante habitual con su enorme abrigo de zorro plateado. Es un hombre alto, perfectamente acicalado, que redondea su porte con un abrigo largo de buena solapa de pico y sombrero fedora. Dudo que un zorro pueda verse mejor después de muerto que en los hombros del mencionado figurín. Muy ruso. Ayer mismo viendo la película de Nikita Mikhalkov, El barbero de Siberia, Richard Harris recibía -en Rusia, claro- a Julia Ormond, vistiendo el mismo abrigo que mi paseante preferido.



Marta cibelina, visón, armiño, lince, chinchilla, marmota, nutria, petigrís (ardilla de), zorro, weassel (comadreja), gato lippi, el proletario conejo, todas son buenas opciones para abrigarse, en sus versiones naturales o tratadas, trenzadas, rasuradas o teñidas. A mí me pierden las pieles que no abrigan – y que por ello son menos ecológicas que las anteriores- leopardo (tengo fichadas a un par de damas paseantes con aspecto honorable que lucen sendos abrigos del susodicho animal, que NO son sintéticos ¡no hace falta ni tocarlos para darse cuenta!), cebra, cocodrilo, avestruz, serpiente…Siempre entendí muy bien a Cruella, con lo extraordinario que sería un envolvente abrigo de piel de dálmata.



Hace unos años buceando en el armario de mi abuela, desempolvé algunos de sus abrigos. Visón, chinchilla, petigrís y el sempiterno astracán. Recuerdo que con lo presumida que era, se cansó del corte del abrigo de astracán y se “costumizó” una capa con cuello ribeteado de visón negro. Preciosa, aunque seguía pesando una tonelada a pesar de haber prescindido de las mangas; tan pesada, que decidió no usar ni ese abrigo ni cualquiera de los otros, y se pasó directamente a una versión más ecológica tronchante. Era un abrigo de mohair con lana de color azul metálico , muy favorecedor, que le abrigaba mucho y que no pesaba nada, vamos, cual Triki el monstruo de las galletas. Tan a gusto estaba con su abrigo de Triki, que mi otra abuela le copió en otro color, morado. Cuando venían a casa de visita era como recibir a Triki y Coco.



La opción más políticamente correcta, sin embargo, es el abrigo de pelo de diferentes especies ovinas: astracán, cabra tibetana, swakara -oveja del suroeste de Africa, Namibia principalmente- o todas las versiones sintéticas. Mi abrigo de cebra de Zara, queda divino en banquetes, bodas y comuniones, mi chaqueta corta de orangután teñido que hace muchos años me regaló mi madre, ha sido el campanazo de muchas fiestas nocturnas, y un abrigo lila tricolor de Custo Barcelona es mi joya de diario. El abrigo en cuestión tiene tanto material sintético que saco chispas al roce, pero me encuentro divina con mi envoltura de yeti.
Mi abrigo. Yo luzco un tanto más prosaica...


Las opciones son infinitas, desde chaquetas, chalecos, estolas, apliques o gorros, y hasta pantalones, existe la manera de lucir dignamente cuando te lloran los ojos, se te cae la moquita y se enrojece las nariz. Y me encanta que en mi tierra todavía se vean muchas pieles, total, como diría Mario Vaquerizo, “Olvi, mujer, qué más te da, si ya está muerto”.